sábado, 23 de enero de 2016

Las tres palabras

Y te miraba caminar desnuda de la cama al baño. Sin pensar en cuanto me deseabas o si es que me deseabas. La mente (mi mente) se arrojaba a un viaje por caminos tortuosos, oscuros y perdidos. Caminos donde la única meta y el único recorrido era tu cuerpo. Tu cuerpo desnudo.

Tus pechos blancos y suaves olían a duraznos maduros recién cortados. La piel tenía la textura de la piel del durazno y con ansiosa necesidad mordía cada parte de esa fruta. Mordía sin prestar atención a tus gemidos implorantes. Decías que no y luego pedías más. Nunca aprendí complacerte del todo pero traté de hacerlo bien lo sabes.

¿Recuerdas la primera vez en el parque municipal frente a tantas personas que te oían reír sin saber por qué? Y mi mano aventurera avanzando por tus rodillas y muslos, alcanzando las profundidades de tu ser. Abriendo los canales de tu deseo mientras susurrabas "¡No, No! ¡Aquí no!" Cayendo luego con los ojos cerrados. Olvidando el mundo. Sintiendo al mundo en ti. Sintiendo la furia del mar nacer al sur de tu cuerpo. Sintiendo las olas ir y venir sin compasión aquella primera vez.

Y después la segunda vez en tu casa. Donde termina Melipilla y empieza El Monte. Donde duerme uno de los espíritus guerreros. Tus padres no pensaban en volver y te dije "Ahora es cuando". Sonreíste, miraste al techo y yo te miré a ti y a tu falda plisada. Miré tus piernas bronceadas abrirse mientras subías la falda. Vi tus pies jugar con las sandalias, luchando hasta desprenderse de ellas, dejándolas caer.

Y tus manos jugando con los botones de tu blusa. Deshaciéndose luego del sostén de flores azules y verdes, hasta encontrar los capullos de rosa. Jugaban tus manos con esos frutos que brotan sobre el corazón. En el lugar donde las mujeres tienen el corazón. Que blancos y tibios eran tus pechos, y que indescriptible su sabor: a ratos sal marina y otras dulces como duraznos. Y fue ahí la segunda vez, en la cama de dos plazas. Donde otros te dibujaron yo esculpí mis deseos sobre la obra de tu cuerpo.

Luego fueron tantas. En el baño de tus amigas (en aquella fiesta en El Paico); en el auto de tu amigo; en la parcela de tus vecinos, camino a San Antonio; y hasta en la sede de tu junta de vecinos. Esa vez cuando me hice pasar por tu hermano. Que buen hermano fui contigo y que obediente resultaste ser.

Ahora no estás. Y no estas no porque no quieras. No porque yo no quiera. No estás y solo sé que nunca más estarás. Un ebrio se llevó a mi muñequita; un asesino dejó a este desgraciado sin luz (ciego mi destino). Lo peor es que son tantas las noches que me dejaste y que nunca te podré devolver. A veces te odio porque no vuelves a buscarlas. A veces me odio porque no te las entregué.

Olías a duraznos es cierto y podrías haber nacido de un árbol. Pudiste ser una fruta prohibida o un panal de abejas mieleras: dulce como peligrosa. Fuiste real no un largo sueño del que no se quiere despertar.

Mi muñequita, el mundo siguió sin ti. Pero las cosas que dejaste esas aún te guardan. Tengo las fotos en la playa y el olor a pescado frito de los viajes al puerto. Tengo ese video de las últimas vacaciones en Rapel, contigo riendo.

Tengo esa foto, aquella primera que me regalaste de cuerpo entero. Con esa sonrisa blanca de labios pintados, meses después de conocernos. Escrito está con tu letra en una hoja "Feliz Cumpleaños" y tus labios rojos grabados en el papel blanco. Y más abajo las tres palabras que más extraño: "Cuanto te deseo".