martes, 29 de septiembre de 2015

La Mamá

 Desperté con el llanto de la abuelita Ema y detrás de ese llanto el de la mamá. Abrazadas las vi perdidas entre la negación y el miedo a la verdad. Lloraban, y entre las pocas palabras que se entendían el nombre del papá junto a la frase “se fue, se lo llevaron Tencha” Se habían llevado al papá, al lugar de donde nadie regresa. Y por un tiempo la mamá quiso partir con él, pero se quedó porque estábamos nosotros. Desde ese día fuimos los tres.

Viajamos donde ella se sintiera protegida. Lejos del lugar donde le arrebataron al amor de su vida. Fueron tiempos duros. A veces de frio, otras de hambre, pero siempre con ella abrazándonos, protegiéndonos, pintando colores donde los grises abundaban. Y es que dentro de toda la escases hubieron tiempos muy buenos. Tiempos que recuerdo con enorme cariño y que permanecen allí, en el lugar de las cosas buenas.

Éramos los tres: mi hermano, yo y la mamá. Teníamos nuestro pequeño mundo y en el éramos felices. Acurrucados en piezas con muros que se deshacían, comiendo según fuese la solidaridad de los otros. Y otras aceptando opiniones de quienes mucho decían y poco aportaban. Pero éramos los tres. Y así éramos felices, porque la mama nos hacía sentir que era el mejor de los mundos.

Mucha gente hay que va y viene en tu vida. Y es un lugar común decir que tu familia siempre estará contigo, pero decir familia no basta. Es necesario agregar que es esa parte de la familia que dejó de comer contigo cuando no alcanzaba para todos. Es esa parte de la familia que creyó en ti cuando la ignorancia de tantas y tantos te hacía sentir distinto. La vida siempre guarda en sus oscuros recodos los destructores de almas, pequeñas personas sometidas, viviendo temerosas de los que valen. Pero la vida también guarda esos seres de luz, que no es que brillen solamente, sino que destapan tu luz. Así ha sido la mamá. Mi mamá. La que nunca dejó de creer en mi ni en mi hermano. Fue nuestro ser de luz cuando solo veíamos oscuridad.

Y aquí sigue. Ya cansada por cierto, pero junto a nosotros. Riendo como siempre ha sabido reír. Diciendo que las cosas serán buenas. Que la vida nos dará cosas buenas porque hemos sabido ser buenos. Sin apocar, ni discriminar, ni disminuir a nadie. Porque como van muchas cosas vienen, y cuando vuelven pegan de vuelta.

Espero poder seguir viendo la luz del infinito cariño de ella. El cariño de la mamá. Y por cierto, hoy es su cumpleaños, así que ¡Feliz cumpleaños Mamá!

lunes, 28 de septiembre de 2015

De héroes y monstruos

Un jueves de otoño el "monstruo" llegó a vivir frente a su almacén. Desde aquel día menos gente entraba a comprar a su tienda. A pesar de todo resistió.

Una mañana de sábado sus nietos llegaron a visitarlo. A tirones lo convencieron de ir al Mall. 
Supermercado, cine, tiendas, farmacias, y mucho más. Todo lo que la gente podía necesitar estaba ahí.

Sentado en el patio de comidas, viendo reír a sus nietos y tras dar el primer mordisco a su hamburguesa, supo que el monstruo había vencido.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Similar

A veces haces de esas pendejadas que no faltan. Como cuando en días que llueve y sale el sol, vas y les dices a tu vecina que no llovió pero si llovió. Y te delata el suelo mojado y el olor a humedad. O tal vez es que andas empapado como ropa recién salida de la lavadora. Y nada pues, no importa que te crean o no, porque la idea era molestar a la vecina.

A veces en cambio no te das cuenta, y esas vaciladas se vuelven constantes con algunas personas. Con una persona en particular. Con alguien que de a poco se hace especial.Te dedicas a molestarla y hasta se enojan. Terminan enojados en serio. Pero sin saber por qué al principio, terminan necesitándose. Necesitas molestarla y decirle tonterías. Necesitas esperar su reacción y su sonrisa contenida. Ella espera tus bromas jodidas y te saluda con esa mirada coqueta. Esperando respuestas idiotas de tu parte.

Y pasan los días, las semanas y hasta los meses. No puedes dejar de decirle estupideces, porque el silencio se hace insoportable. Empiezas a sentir que esos brazos deben sentirse suaves. Que esos labios deben saber exquisitos. Y que esos pechos tibios deben sentirse en verdad tibios.

Entonces una tarde, o mañana o noche la miras. Te acercas y repites la misma sarta de estupideces que la hacen reír. Y mientras se ríe la besas. Ella no deja de reír mientras se besan. Y tú no paras de decir tonterías porque su risa es el único sonido que esperas oír.

Al cerrar los ojos piensas en sus brazos y los tocas. Con tu lengua recorres sus labios. Y entiendes que sus brazos sí son suaves y que sus labios saben a frutas. Oliendo su piel bajas desde el cuello a los pechos, y ahí están: tibios como sol de verano. Sus brazos suaves se abrazan a tu nuca, mientras disfrutas el tibio sabor de sus senos.

En ese momento piensas en Dios. No estás seguro si existe o si alguna vez lo necesitaste. No, no lo sabes ni te importa. Porque con los ojos cerrados descubres que el cielo debe sentirse como entre esos pechos. Que el paraíso debe tener una textura similar a esa piel y ser delicado como las caricias de ella. Así debe ser el cielo. El infierno en cambio debe arder como esa piel, y sentirse doloroso como la idea de perder ese instante. Comprendes por fin que si ahí están el cielo y el infierno entonces también debe estar Dios. Pero si lo que ahí hay no es Dios, debe ser muy similar.

Abres pues los ojos y ella te sonríe. Hay una mirada de deseo en sus ojos que con delicadeza deja brillar la ternura de sus caricias. Eso te hace arrodillar hasta la altura necesaria para besar su ombligo. Lo haces con infinito y suave placer. Notas que tus manos están en los botones de su falda. Y ella se deja hacer con tranquilidad, e inicias el descenso hasta sus pies.

La miras desnuda, luego de quitarle las bragas rojas. La miras por primera vez, quizás también por última. El mundo acaba o empieza. No importa: ese es el edén. Ella y tú desnudos se acercan, y antes de unirse piensas que si lo que ahí hay no es Dios debe parecerse mucho.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Mañanas de verano

I

Como todas las mañanas de lunes, aquella también se levantó muy temprano. Tomó el bus de siempre. Tras sentarse se durmió y llegando a Santiago, al final de ese viaje, se despertó.

Con los ojos aun rojos bajó del bus. Siguió a la masa mientras esta avanzaba hacia la estación de metro, frente a la Universidad de Santiago.

Descendiendo las escaleras se descubrió entrando de lleno a la realidad. Ese día no se diferenciaba en nada de los anteriores y muy posiblemente fuese una copia de las mañanas por venir.

Las cabezas morenas, castañas y rubias mostraban las nucas cabizbajas. Los pasos de la masa eran acompasados. Ovejas vestidas de ternos y trajes, mayormente azules y grises. A veces, muy raramente, un aro o un piercing quebraban la monotonía de la uniformidad burguesa. Otras veces lo hacía una melena rastafari apelmazada. Pero, indefectiblemente, el ambiente hedía a uniformidad dictatorial.

El aire se enrarecía por el estancamiento. Los perfumes, las aguas de colonia y las lociones solo contribuían a asquear el aire viciado. Y en menor medida ocultaban los olores, cuestión que finalmente era la razón de ser de aquellos ungüentos olorosos.

Entre todos los olores uno en particular fijó su atención. No supo definir si el origen de ese aroma se hallaba atrás, adelante o a algún lado suyo. Siguió avanzando con esa inquietud. Y se dejó embargar por los recuerdos.

II

(Cuatro años antes)

La mañana que se decidió a hablarle ambos esperaba llenar sus vasos con agua caliente, para el café o el té. Primero fue el turno de él, luego le toco a ella. Esperó a que agregara café y azúcar al vaso. Entonces se ofreció a llenarlo. Ella sonrió tímidamente agradeciendo el gesto.

Él le preguntó si era primera vez que venía al curso, razón esta última que los reuniera en aquel lugar. “No, he venido a todas las clases” dijo ella, dando por concluida la conversación. Alejándose a un rincón del patio.

La miró a la distancia. Algo en esos ojos cafés llevaba a olvidar el mundo. La siguió mirando hasta notar la incomodidad de ella ante esa insistencia. Entraron al salón de clases. No hablaron más aquel día. En su mente guardó el fresco olor de su cabello.

Al transcurrir las semanas la amistad entre ambos creció. De improviso la invito a salir. Ella, notoriamente confundida, se excusó de no hacerlo. Tenía un asunto urgente que tratar. Él la hizo prometer una próxima salida. Se despidieron con besos en la cara. Tomaron direcciones distintas y se olvidaron de todo hasta el sábado siguiente.

El sábado en cuestión, como si las cosas hubiesen estado hechas para ser, salió de clases junto a ella. Con su mano apoyada en el hombro de esa morena.

Vieron una película, de la que solo el recuerdo de la risa de ella fue protagonista. Una sonrisa al caminar mientras bajaban al metro, unos ojos esquivos y el vibrante acercar a la tibieza de esos labios. En un segundo, miles de descargas eléctricas y junturas neuronales desplegaron la necesidad del beso. Pero ella detuvo en el acto el avance. Confundido la acompañó al paradero del microbús en donde se despidieron.

Dos mañanas más fueron parte de esa historia. Para la siguiente mañana ella no apareció. La siguiente tampoco. “Bueno”, pensó, “quizás el próximo sábado”. Llegó ese día y la esperanza de ver esos ojos almendrados, oscuros como aceitunas, se disolvió entre las palabras del profesor.

No la volvió a ver. Ni en los recreos o fiestas del Instituto. Tampoco supo la razón de su repentina desaparición. De todas las teorías que elucubró, ninguna daba correcta respuesta a las preguntas incesantes. Con el otoño llegó el completo retorno a clases, cuestión que diseminó las últimas esperanzas de verla.

III

(El presente)

Bajó del vagón en el momento que el recuerdo acababa. Los siseos, garabatos y empujones lo devolvieron al presente de su existencia.

Cuando por fin salió de la estación rumbo a la oficina, el mismo persistente olor a mujer lo detuvo. Como lobo que arrastra sus pasos entre la nieve invernal caminó dando empujones entre los sonámbulos. Buscando el origen del aroma.

A tres metros una figura conocida avanzaba, alejándose de él. Apuró el paso, tratando de no perder de vista a la mujer. Vestía un uniforme gris verdoso, muy ajustado, que marcaba con deliciosa impunidad sus formas. El zigzagueo de esos muslos contorneaba con delicia el trasero.

A dos pasos de ella casi alcanzándola con la mano la mujer se detuvo. El impulso que llevaba los hizo chocar. En medio de las excusas los grandes ojos de aceituna lo miraron con agrado. Al tiempo que ambos sonreían.

La ayudó a recoger lo que se había caído. Y como si fuese un sábado cualquiera, la tomó por el hombro invitándola a un café.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Eres un tango

(Un sábado de septiembre)

Tomó el móvil, abrió la aplicación y escribió sin saber por qué.

K: "¿Sabías que los hombres procesan las voces femeninas con la parte del cerebro que se procesa la música?"

M: "No sabía"

K: "Creo que eres un tango"

M: 


M: "Gracias me gusta el tango"







miércoles, 2 de septiembre de 2015

Escuela de fútbol José Luis Jerez


El 27 de agosto pasado la Escuela de Fútbol José Luis Jerez de Melipilla se inscribió para el torneo  “Chiloe Cup 2016” a realizarse la primera semana de febrero en la Isla Grande de Chiloé.

La Escuela de Fútbol, que aunque cuenta con apoyo municipal para su desarrollo, también depende en gran medida del aporte de las Madres, Padres y Apoderados de los niños que participan en ella.

Actualmente la Escuela busca los recursos necesarios para costear el viaje a la Isla de Chiloé y la alimentación correspondiente, realizando actividades con aportes de los mismos Apoderados. Sin embargo eso no es suficiente. Por lo que están buscando apoyo en autoridades y personas que crean en el sueño y la fe que mueve a los niños.

 “Cuenta que somos una escuela municipal y que queremos cumplir el sueño de nuestros niños” me comenta una de las apoderadas. “Nuestra Escuela de a poco a ido creciendo gracias a la guía de los profesores a cargo Alberto Gálvezy José Valdivia” agrega.

Cuando le pregunto respecto a las expectativas más allá del Torneo en Chiloé dice “Claro, más apoyo a escuelas municipales. De ahí saldrán los futuros deportistas de Chile. Hay mucho potencial. De hecho una categoría nuestra es campeona y hace más de un año están invictos” concluye diciendo con orgullo.

Quienes quieran ayudar a realizar el sueño de estos niños pueden contactarlos a través del Facebook de la Escuela: Escuela de Fútbol Jose Luis Jerez. O bien, si prefieren, pueden enviarme un mensaje directo y les haré llegar un teléfono de contacto. Cualquier aporte será bienvenido.